
-¿Escribiste sobre eso? - la voz cansada e impaciente de Víctor resonaba por encima del ruido de los trenes que pasaban por delante de nosotros sin que ninguno coincidiera en destino con el mío.
-¿Sobre qué? -abstraído en mis pensamientos como estaba, se me olvidó la promesa que le hice el día anterior.
-Joder, sobre el fin de semana.
-Ah, no… Lo siento. Pero tranquilo, no dudes que lo haré.
-Pues vas a tener trabajo, porque vaya cuatro días…
Cuatro días. Depende de cómo lo miren, encontrarán en este puñado de horas una cosa u otra. Así, si le preguntan al reo condenado a la horca, cuatro días se convertirán en una tortura inaguantable, en la que los segundos parecen que marcan para atrás. Por el contrario, si hubieseis preguntado a alguno de nosotros, no podríamos ni imaginar lo efímero y lo intenso que serían estos cuatro días.
Desde el jueves al domingo, estos dos andaluces tendrán la oportunidad de trasladarse la “feria de Abril”, con parada en un garito en que siempre es viernes… Saldrán a festejar el cumpleaños de un amigo que, a pesar de conocerlo de no más de pocos meses, ya lo consideran como algo suyo. Podrán ver acción, y no literaria precisamente, en la supuestamente pacífica Casa del Libro. Y por último, para redondear sus cuatro-permítanme este adjetivo - magníficos días, un partido de fútbol en el que las risas iban de la mano de la calidad, la competitividad o la emoción.
Ahí tienes, Víctor, tus cuatro días resumidos. No era mi intención resumirlos, pues llevaba desde que me monté en el tren pensando ya en frases grandilocuentes con las que exagerar el ya de por sí exagerado fin de semana, pero una chispa saltó en mi interior, y, recorriéndome la punta de los dedos, me empujó a dejar constancia de algo más que cuatro, al fin y al cabo, míseros días. No debemos quedarnos en la superficie sabiendo que esta aventura que compartimos jóvenes de toda la geografía española tiene profundidad suficiente para escribir libros y libros, aunque no sea yo quién los escriba… Así, antes de empezar, echaremos la vista atrás, muy atrás…
Retrocedamos en el calendario hasta el 24 de septiembre. ¡Casi cinco meses! De Ilipa Magna sale un joven a comerse el mundo. En su corazón la tristeza y la alegría compiten por hacerse hueco, mientras que en su mente dos frases grabadas a fuego: “De Madrid al cielo”, y “Qué gran señor si hubiera buenos vasallos”. De la primera, nada más se puede decir de la ambición de un joven que, a pesar de no conocer mundo, no se arruga ante el reto de conquistar una ciudad que ni la Legión Cóndor pudo doblegar. La segunda, una frase muy emotiva que le dedicó un amigo suyo el día anterior, en su fiesta de despedida. La cita, evidentemente una adaptación de aquella famosa en El Cantar del Mío Cid, hacía alusión a las dificultades que había tenido que pasar. Afortunadamente, ya todo estaba en camino, y a nuestro joven amigo, sólo le separaban Despeñaperros y unos pocos de kilómetros.
La aventura, estaba a punto de empezar…